AIEDI Faktoria es una cooperativa de iniciativa social que tiene 10 días más que la pandemia de la COVID-19. No te digo na y te lo digo to. Durante este año y pico hemos colgado contenidos, servicios e historias de la entidad y ahora vamos a presentar a las personas que la forman: Maider y Nerea. Pili y Mili. Zipi y Zape. Y así hasta que nos cansemos.
Pero antes de hablar de CV y de qué podemos hacer por ti y tu organización, que lo haremos el mes que viene tanto de Nerea como de Maider, vamos a presentarnos a nivel personal. Esta semana Nerea y la que viene Maider.
¿Quién es Nerea de AIEDI Faktoria?
¡Hola! Aquí Nerea al aparato. En casa, Nere. La verdad es que había que escribir 500 palabras con 4 fotos personales y he hecho trampa. Van más fotos, pero el contador de palabras lo tengo listo. Prometo describirme en pocas palabras (lo cual, de por sí, no me caracteriza nada de nada).
¿Risueña y optimista?
Va a ser que no. Tremendamente analítica y realista. El hecho de ser científica social no me ha venido bien para vivir más relajada porque analizo todo (mi vida personal incluida) con variables y correlaciones y muchas veces vivo como si jugara una partida de ajedrez. ¿Qué pieza muevo? ¿Cuál será el movimiento de la otra parte?

Me enfurruño con normalidad, sobre todo, conmigo misma, con el resto del mundo soy tremendamente compresiva y empática. Pero bueno, con la edad descubrí los placeres de la vida y me di cuenta de que no hay mal que 100 años dure. Ya no soy nómada, pero si me tienes que dar una mala noticia mejor que sea en un camping al aire libre y, si es la hora del vermut, asegúrate de que tenga en la mano un Martini. Blanco, por favor.
¿Deportista?
Sí, desde el sofá. Lo que soy mucho, mucho, mucho es forofa. Tanto que las primeras palabras que dije con año y medio en la radio (existe grabación que lo acredita) son: “Athletic, eup!”. Aunque la protagonista de esta hazaña no soy yo, sino mi abuela Carmen que desde que nací me inculcó el amor por los colores rojiblancos.
Así que soy una leona, aunque mi tótem sea la tortuga (no por sabia ni por tomarme las cosas con tranquilidad, sino porque simboliza las interpretaciones de las interpretaciones en las que yo vivo).
Pero claro, soy medio vizcaína y medio guipuzcoana y mi amama Puri, oriotarra, me regaló mi primera bandera amarilla. Así que cuando bogan soy oriozale a morir. Del pueblo de mi aita. Que me gusta a mí lo híbrido, como buena antropóloga.

Tres momentazos
Me encanta la fiesta. O por lo menos me encantaba porque hace mucho que no salgo. La edad y la pandemia se notan. Y me lo paso bien bailando. De hecho, fui bailarina hasta la adolescencia. Pero yo soy de bares. Quizá, atinando un poco más, soy de baretos. Ese siempre ha sido mi hábitat.
No me gustan ni las bodas, ni los disfraces, ni los kinitos. Tampoco la Navidad. A mí no me hace falta atrezo ni fechas especiales. No me gusta que me digan cuándo es fiesta y cuándo no, menos cuando me disfracé de la Princesa Leia. El frikismo arrasa con todos mis valores. Adoro ese disfraz tanto que me lo pondría para dar una conferencia sobre los ODS.
Defendí mi tesis con 31 años recién cumplidos después de un periplo laboral y de salud bastante jodido (otra de mis características es que hablo con muchos tacos en todos los ámbitos, poco me importante dónde esté: ¡soy así!) y por eso he elegido una foto del día de mi defensa dándome un abrazo con mi amiga Angie.
A propósito, tengo grandes amigas (genérico femenino), soy afortunada. Mucho, mucho. Nerea y Jone, un besabarazo (como dice Mentxu).
Y para terminar, una foto que acredita la primera, única y última vez que fui (voy e iré) a un macro-mega-super-concierto. Fui con mi amiga Maribel y entre el cantante de Coldplay y yo nos separaban más de 37.000 personas, creo recordar. Este ha sido el lugar más concurrido (quitando partidos de fútbol, donde normalmente sufro y no suelo estar nada relajada) en el que he estado en mi vida. Mi amiga vino hasta Bilbao a verlos y allá que fuimos.

¿Quién sale en todas las videoconferencias?
Mi gorda. Se llama Koxka (pronunciado Koska pero poniendo morritos) y es la alegría de mi vida. No solo ella, claro, pero ella es mi sombra: vivo y trabajo con ella y tengo que cerrar la puerta del baño porque no entiende lo que es la intimidad.
Nunca en la vida había suspendido una evaluación de una asignatura, hasta que hice el curso de educación canina por ella y lo tripití. Tenía tanto miedo de hacerlo mal… Pero al final todo ha salido bien, aunque es mil veces más sociable que yo y me hace hablar con gente a las 6 de la mañana (cuando tengo cero ganas de estar con seres humanos). Pero con esa carita, qué voy a hacer, se lo perdono.

A la primera, me he quedado a 5 palabras de las 500 (si es que tengo un ojo…) y en las revisiones en vez de recortar he añadido más (si es que soy incorregible).